Preparándonos para la Meditación. Una simple práctica.
- Silvana T. D'Agostino
- 18 dic 2017
- 3 Min. de lectura
Buscando propiciar la felicidad que surge del corazón, a través de nuestra sensibilización a la vibración física que producen las ondas sonoras.
La tradición del Yoga enseña que los sonidos “bien elegidos” tienen efectos poderosos y saludables, que pueden incluir un sistema nervioso más equilibrado, una mente más tranquila y una mayor conciencia.
Sabemos de nuestros interminables monólogos mentales que mantienen a nuestras mentes "demasiado ocupadas", alimentando nuestro sufrimiento emocional y haciendo casi imposible sentarnos a meditar.
A través de una simple práctica, cuyo poder proviene en parte de sus efectos sobre el sistema nervioso autónomo (ya hemos mencionado que alargando la exhalación respecto de la inhalación es que activamos la rama parasimpática del mismo, la que propicia un estado general de aquietamiento en todo nuestro organismo), es que podemos acercarnos a la meditación.
Una práctica de Yoga adecuada necesariamente nos moviliza desde una manifestación "burda", a una experiencia más sutil, y es dónde la utilización del sonido nos da la oportunidad de manifestar esa progresión.
El canto tiene un efecto de "des-carga" en el cerebro, lo que significa que nos "descarga" de pensamientos compulsivos
Además de eso, siempre cantamos en la exhalación,. Lo que significa que el nervio vago se activa en su papel de administrador del sistema parasimpático. El canto suele facilitar la prolongación de la exhalación, que amplifica aún más el efecto sobre el sistema nervioso parasimpático.
Comenzamos por encontrar una posición sedente cómoda, ya sea en el suelo o en una silla.
Si elegimos sentarnos en el suelo, colocaremos suficiente soporte debajo de la pelvis de manera que las caderas queden por encima del nivel de las rodillas, haciendo que los muslos se inclinen hacia abajo y podamos así mantener la curva natural de nuestra columna lumbar.
Si elegimos sentarnos en una silla, nos alejaremos del respaldo y buscaremos ubicar la pelvis de manera que nos permita mantener nuestra espalda erguida y los pies apaoyados sobre el suelo.
Siempre buscando equilibrar el esfuerzo y la facilidad.
La idea de ésta práctica es intentar imitar el zumbido de una abeja, a un volumen moderado nunca forzado.
Habiendo la posibilidad de explorar además el sonido apropiado: o bien haciendo un sonido largo “M”.o, haciendo el sonido como en la palabra King. Cual sea el elegido, siempre será en un solo tono.
Manteniendo los músculos del rostro relajados. Los labios ligeramente contactados, la mandíbula suelta, manteniendo así las filas superior e inferior de los dientes, ligeramente separadas.
Buscaremos, prolongar el zumbido en la exhalación, mientras sea cómodo. De manera que la siguiente inhalación sea natural, sin la "imperiosa" necesidad de la entrada de aire.
En caso de sentir agitación o alguna sensación desagradable, simplemente detenemos la práctica y respiramos de manera natural.
Comenzamos por instalarnos en la práctica tomándonos un tiempo para observar el fluir natural de nuestra respiración y el estado de nuestra mente (observando el ritmo y la calidad de nuestros pensamientos)...
Cuando estemos listos entonces, tomaremos aire de manera natural y durante toda la duración de la exhalación haremos un zumbido de tono bajo a medio, en la garganta.
Observando cómo, las ondas de sonido hacen vibrar suavemente la lengua, los dientes, los senos paranasales.
Imaginando que el sonido está viajando, vibrando, en todo nuestro cerebro (cosa que realmente está sucediendo).
Hacemos la práctica durante la cantidad de respiraciones que nos permita en todo momento sentirnos cómodos, sin exigencia alguna.
Y luego cuando consideremos que es suficiente, simplemente regresamos a nuestra respiración natural, para observar los efectos de la práctica.
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