Mente y Meditación. Primera Parte.
- Silvana T. D'Agostino
- 5 oct 2017
- 3 Min. de lectura
Desde el Yoga, se le reconoce a la mente 4 dominios diferentes de actividad:
la mente sensorial, la mente sutil o el testigo interior, el reservorio de la memoria y la auto identidad o sentido del yo.
Durante la meditación la mente sensorial está calmada y enfocada, los sentidos renuncian a su contacto con los objetos de su atención y se establece así un estado de concentración que permite mantenernos atentos en el momento presente.
Resultando que las actividades habituales de la vida mental, son reunidas e integradas.
Al mismo tiempo que sucede esta transformación en la mente sensorial, se producen cambios en la mente sutil, ese aspecto de la mente identificada con nuestra capacidad de adquirir conciencia de nosotros mismos.
Cuando la mente sensorial se calma la mente sutil, el testigo interior, se despierta, creándose una distancia entre la conciencia y los contenidos de la mente, haciendo que quien medita se convierta en testigo de su propia experiencia interior.
La otra capacidad de la mente (la de retener las experiencias en la memoria), es un vasto depósito de impresiones almacenadas, patrones de hábitos y deseos, donde las semillas del futuro son plantadas por nuestra experiencia en el presente.
Luego de concederle emociones a nuestras experiencias, depositamos la combinación en nuestra mente.
El placer y el dolor que son las fuentes de la emoción., nos llevan a gustos, disgustos, deseos, aversiones, aspiraciones...
Así, las experiencia almacenadas llevan consigo, apropiadamente o no, toda esa carga.
Durante la meditación la mente sensorial y la mente testigo, son gradualmente educadas.
Este es el propósito central de la meditación.
Pero como dijimos la mente también almacena impresiones en el inconsciente, que permanecen latentes hasta que se activan., la meditación entonces también deberá abordarlas de alguna manera para poder realizar su profundo trabajo de curación e integración de los elementos dispares de la mente.
Debemos hacer mención de “la lucha” inevitable que surge durante el comienzo de la meditación.
En principio, le damos a la mente un enfoque sobre el cual reposar y la mente acepta, pero con el tiempo las fuerzas de la mente exigen la libertad y la mente se agita cada vez más, hasta que finalmente comienza el proceso de meditación y se libera del esfuerzo de la concentración.
Parte de la solución a la reacción mental, es entrenar a la mente sensorial a descansar en su enfoque, un proceso que evoluciona naturalmente cuando fortalecemos nuestra concentración.
Luego, la función natural de la mente sutil como testigo interno, también calma la agitación mental.
Pero la agitación de la mente es en gran parte el resultado de fuerzas inconcientes en la propia mente, que buscan ir hacia la conciencia. Como meditadores conocemos la experiencia de estar distraídos por tales pensamientos, conocemos como podemos ser transportados por ellos.
Esta distracción es una parte de la naturaleza misma de la mente inconciente, que aprovecha la oportunidad para surgir durante la relativa tranquilidad de la meditación.
El efecto de estas impresiones, sobre la meditación, dependerá de cuánta atención le brindemos.
Algunos pensamientos serán importantes y requerirán contemplación, otros serán impulsados por la preocupación o el deseo y tendrán poco lugar en el proceso meditativo.
La meditación influye en el inconciente, lo transforma, pero no podemos ir directamente a la mente inconsciente para alterar o borrar la colección de impresiones que tenemos ahí.
La meditación misma, es una experiencia que se deposita en “la memoria” junto con todas las demás experiencias dejando su impresión sutil.
En la meditación, utilizamos dos métodos para transformar el reservorio de la memoria. Son la concentración y el desapego.
Durante la práctica, aprendemos a desplazar gradualmente la atención hacia un enfoque meditativo, nos concentramos en el trabajo interno de centrar la mente, y su resultado es profundo, las impresiones de la concentración relajada se depositan en el reservorio de la memoria, conduciendo a la mente hacia la claridad y la tranquilidad.
El no apego en la práctica, requiere un enfoque paradójico, primero debemos aprender a aceptar los pensamientos que nos distraen, en lugar de querer alejarlos, de empujarlos lejos.
Los mismos pensamientos que surgen en la meditación (deseos, fantasías y temores) son parte de lo que somos, al menos en el momento presente por lo tanto, incluso cuando tales pensamientos distraen, aceptarlos sigue siendo una necesidad.
Pero cuidando de que estas distracciones no se conviertan en el foco principal de nuestra atención.
Debemos observar estos pensamientos pasajeros, observar su naturaleza, sin alimentarlos con nueva energía.
Al aceptar plenamente lo que aparece en la superficie de la mente, al ver con desapego, purificamos ese reservorio de impresiones, disminuimos el impulso de los pensamientos que distraen y fortalecemos la capacidad de la mente para concentrarnos.
Enfocamos y soltamos, ese es el camino hacia la meditación profunda.
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