Postura Conciente, ampliando su concepto
- Silvana T. D'Agostino
- 6 nov 2016
- 2 Min. de lectura
Hablando de nuestra postura, si bien en teoría la situación ideal sería tener la columna vertebral con sus vertebras perfectamente alineadas, con un buen soporte de la musculatura profunda de la espalda, debemos recordar que no existe “una buena postura” igual para todos, que cada uno de nosotros deberá tratar de observar lo que siente cuando está en lo que considera una “buena postura” y cuando está en “mala postura” y obrar en consecuencia.
No aspiramos a “la postura perfecta”, situación que no existe, sino que lo que buscamos es encontrar “la más saludable alineación posible” que nos permita sentirnos fuertes, seguros, estables y relajados en ella.
Pues nuestra postura corporal no sólo afecta nuestra alineación física, sino que también refleja nuestro estado emocional y más aún puede provocarlo.
Cuando “caminamos con la cabeza en alto” proyectamos confianza y seguridad en nosotros mismos, cuando la cabeza cae en dirección al pecho y éste se hunde, genera una sensación contraria a la anterior.
Si analizamos la frase “sentarse o estar de pié con la espalda derecha”, tratando de mantener “la buena postura”, podemos fácilmente llegar a la conclusión de que el esfuerzo que eso significa a quien lo intenta, no hace más que crear un patrón de compensación.
Hablamos ya de la importancia de las curvas de la columna y de que las tenemos por una razón, nos ayudan a distribuir el peso de nuestro cuerpo.
La curva cervical es necesaria para soportar el peso de la cabeza; la columna dorsal equilibra el peso de la caja torácica y el de la cabeza por encima de ella, y la columna lumbar es el nexo entre la pelvis y todas las estructuras por encima de ella.
Está claro que necesitamos de las tres curvas, aunque el grado de cada una de ellas varía de persona a persona y esto es sobre todo por una causa congénita (con algunas modificaciones propias que son adquiridas).
Entonces si bien necesitamos esas curvas, por alguna razón, respondiendo a la consigna de “estar derechos” ponemos toda la intención de deshacernos de ellas o por lo menos de alterarlas por ese afán de “auto-corregirnos”, imponiéndole a nuestro cuerpo una serie de acciones, una serie de “cambios” en nuestra postura, que necesariamente traerán una serie de consecuencias que pueden llegar a ocasionarnos problemas, pues:
La percepción que tenemos de nuestra postura, no necesariamente coincide con la realidad.
El reposicionamiento que comenzamos a hacer de algunas partes de nuestro cuerpo, como saber donde finalizarlo.
Las curvas de la columna vertebral forman parte de un todo interrelacionado y como tal, si introducimos un cambio en algún nivel inevitablemente éste tendrá repercusión sobre los otros, por la tendencia natural a restablecerse el equilibrio perdido.
Podría este reordenamiento mecánico impuesto, lejos de resultar beneficioso y además de ser inútil intentar sostenerlo en el tiempo, traernos algún inconveniente.
Comencemos entonces a pensar en la idea de estiramiento, para que a través de él las curvas fisiológicas de nuestra columna, solas, encuentren una mejor posición.
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