Respiración y Estrés
- Silvana T. D'Agostino
- 14 ago 2016
- 3 Min. de lectura
Hemos dicho en la publicación anterior que a través de una respiración conciente, es posible controlar las respuestas de “sobre” activación que el estrés provoca en nuestro organismo.
Si aprendemos a realizar una respiración adecuada y la practicamos de manera sistemática, podremos reducir y controlar voluntariamente nuestro nivel de activación ante situaciones que nos provocan dicha respuesta.
Partimos de dos supuestos:
Es posible intervenir sobre la respiración a voluntad (hasta un cierto punto).
Existe relación entre el patrón de respiración y el estado de ánimo.
El estrés es el conjunto de reacciones fisiológicas que preparan al organismo para la acción, actúa como factor de motivación para vencer y superar obstáculos.
Podemos distinguir en este proceso a un “agente estresor”, una “percepción” del mismo y como resultado, una respuesta individual en cada uno de nosotros.
Frente a esta situación hay dos posibilidades:
Que la respuesta sea adecuada al estímulo y se adapte a las normas fisiológicas de la persona, hablamos entonces de “buen” estrés necesario para el buen funcionamiento del organismo y la adaptación al medio.
En cambio, si esos estímulos o demandas son excesivas, intensas, prolongadas y superan la capacidad de resistencia y de adaptación de la persona se produce el estrés “malo”.
El estrés en general va acompañado por una tensión general de la musculatura (en particular de los músculos abdominales) y de un exceso de trabajo en los músculos intercostales, dificultándose así la respiración profunda.
Una respiración rápida y superficial, conduce a una acumulación de oxígeno en el torrente sanguíneo y una disminución en la cantidad relativa de dióxido de carbono, alterándose el equilibrio ácido-alcalino de la sangre.
Esta condición (alcalosis respiratoria) puede dar lugar a espasmos musculares, náuseas, irritabilidad, mareos, confusión y ansiedad.
Al contrario, ralentizando la respiración, se aumentará el nivel de dióxido de carbono restableciendo el equilibrio perdido en la sangre.
Deberíamos entonces relajar la musculatura que participa en el proceso y suavizar nuestro abdomen, para poder así profundizar la respiración y enviar al sistema nervioso el mensaje de que la situación es manejable y que estamos fuera de peligro.
La mayoría de nosotros al respirar por lo general movilizamos parcialmente nuestro tronco, lo que se traduce en una respiración restringida y superficial.
Propuesta de simples prácticas:
- Ahora, aquí sentado, puedo comenzar por observar mi postura (“Postura Conciente”) …
Traslado luego mi atención a la respiración para hacer un primer acercamiento a ella observando sus movimientos, las sensaciones que en mí produce …
Y tal vez pueda darme cuenta de que al observarla se inicia de inmediato una cadena de cambios. En primer lugar se ralentiza, se desacelera y sus movimientos que normalmente suelen ser bastantes irregulares, encuentran un ritmo, se suavizan, aumentando el espacio destinado a la respiración dentro del cuerpo …
- Podemos hacer, ahora, una observación acostados boca arriba, con las rodillas flexionadas y las plantas de los pies apoyadas sobre el suelo.
Colocando suavemente las palmas de las manos sobre la parte baja del abdomen, una a cada lado, entre el ombligo y las ingles y tratar de dirigir hacia este espacio cada inhalación, permitiendo que la respiración se ubique debajo de las manos, sin forzar, de manera natural, respetando el propio ritmo respiratorio …
Colocamos luego las manos sobre el pecho, una a cada lado, con la punta de los meñiques a cada lado del esternón y las puntas de los demás dedos orientados hacia las clavículas y nuevamente con la misma intención, dejo que la respiración se ubique debajo de las manos ...
Cuidando en todo momento de mantener el cuello relajado, la garganta floja, sin generar tensiones por la propia observación.
Ubicamos ahora una mano sobre el abdomen y otra sobre el pecho permitiendo que la respiración se establezca debajo de ellas, respetando el ritmo respiratorio natural, sin ningún tipo de esfuerzo muscular.
Manteniendo la atención en el movimiento natural de expansión, al inhalar y el movimiento natural de retracción, al exhalar ...
Continuaremos con el tema en la próxima publicación.
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