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El Principio de Inversión y El Óctuple Sendero del Yoga

  • Foto del escritor: Silvana T. D'Agostino
    Silvana T. D'Agostino
  • 22 sept 2017
  • 4 Min. de lectura

El objetivo último del Yoga,"la liberación", o "la iluminación", hace referencia al abandono de la compulsión por todas las “actividades menores”.

Es la liberación total respecto del ego-personalidad, aquello que nos construye a nosotros mismos y nuestras vidas, en torno a todo lo que nos esclaviza.

Una vez que realmente aceptamos la liberación como nuestro ideal de guía, todos los otros ideales, valores o metas carecen de significado, desaparecen, dejando a nuestra disposición toda esa energía que nos impulsará hacia adelante en el camino espiritual.

Este principio de inversión, al que nos referimos en la entrada anterior, resulta muy evidente en el primer estadío del óctuple sendero del Yoga, en las disciplinas morales (yamas), que recordamos consisten en no hacer daño, no mentir, no robar, no malgastar la energía, y el no apego.

El propósito de estas disciplinas morales es armonizar nuestro comportamiento respecto de los demás.

Nuestras relaciones sociales con frecuencia son fuente de discordia, frustración y dolor emocional, al no estar comprometidos con el despojo de nuestro falso sentido de nosotros mismos, así nuestra interacción con los demás tiende a ser gobernada por nuestro propio interés, haciendo nuestras relaciones precarias y complicadas.

Entonces: en vez de dañar a otros a través de nuestra acción, palabra y/o pensamiento, sea deliberadamente o simplemente a través de un comportamiento en gran parte inconsciente, podremos ayudar.

Del mismo modo, en lugar de mentir, pretender, distorsionar, engañar, podremos aspirar a la veracidad e integridad en todos los aspectos, incluso en caso de resultar desventajoso para nosotros mismos.

Cuando entendemos de manera integral, la disciplina moral de no robar representa una inversión de nuestro modelo de consumo excesivo.

No derrochar nuestra energía, muy relacionado con el estilo de vida actual y también con el apego, el aferrarnos a cosas, situaciones, personas.

La segunda parte o estadío, hace referencia a cinco disciplinas aplicables a nosotros mismos (niyamas): purificación, contento, austeridad, estudio y dedicación a un principio superior.

Si por ejemplo, observamos nuestra higiene física y mental y nuestro comportamiento verbal, muy a menudo son impuros (pensamientos negativos, el uso de lenguaje grosero).

La mayoría de nosotros no nos contentamos con “nuestra suerte”, con lo que tenemos, con lo que nos toca, siempre en búsqueda y competencia contra otros para llegar primero, para tener más. La práctica deliberada de satisfacción invierte patrones de hábitos comunes.

La austeridad, requiere un gran autocontrol. En su lugar buscamos la comodidad y la complacencia.

Y la autoobservación y principios superiores juegan un pobre papel en nuestras vidas, siendo que por lo general nos orientamos de acuerdo con el denominador común más bajo. Nuestra mayor preocupación no es la realidad trascendental, pero sí algún sustituto finito, ya sea la reputación, el dinero.

El tercer estadío, la postura (asana), en contra de nuestra tendencia habitual de dilapidar nuestra energía a través de nuestros movimientos, debe cumplir con los requisitos de estabilidad física y comodidad mental, para que al quedarnos quietos el tiempo suficiente, la meditación suceda.

La postura es al cuerpo lo que es la concentración es a la mente. A través de ella se unifica nuestro ser físico, haciendo un circuito relativamente cerrado de la energía con nuestras extremidades dobladas.

Y de todas las posturas, las inversiones son un símbolo del proceso de reversión al que hacemos referencia. De acuerdo con una explicación esotérica (tántrica) de la reversión, la posición vertical ordinaria provoca el desperdicio de la ambrosía interior.

Este néctar de la inmortalidad se generaría en el interior de la luna, en la cabeza y gotearía hacia abajo, hacia el sol interno, situado en el ombligo.

Las inversiones entonces, están diseñados para colocar el sol interno arriba y la luna interna por debajo, una posición que permitiría no desperdiciar la ambrosía lunar.

A nivel fisiológico, este néctar es nuestra saliva, rica en hormonas.

En el plano sutil, puede ser experimentado como energía que se desarrolla en el cuerpo sutil y por lo tanto contribuye a la búsqueda espiritual de la perfecta libertad interior.

En el cuarto estadío, la expansión de la energía vital(pranayama), el principio de inversión se puede ver en la práctica a través de la regulación y la ampliación del flujo de energía , que habitualmente resulta ser irregular y pobre en el cuerpo.

La fuerza de la vida, la energía vital es la que permite la relación entre cuerpo y mente.

A medida que armonizar la fuerza vital, mediante la regulación de la respiración (su aspecto externo), somos capaces de armonizar también nuestra mente.

El quinto estadío, la inhibición sensorial (pratyahara), es un ejemplo muy claro del principio de reversión.

Normalmente, nuestros sentidos vagan constantemente para obtener información del entorno externo.

Por lo tanto deberán ser controlados de manera, que el trabajo interno del yoga puede tener éxito.

En las escrituras de yoga, esta práctica a menudo es comparada con una tortuga que retira sus extremidades hacia el interior de su caparazón.

La inhibición sensorial, o la retirada de los sentidos, y el control de la mente van unidas.

El sexto estadío, la concentración (dharana), está destinada a mantener la mente en su lugar mediante el control de los procesos mentales, especialmente nuestros pensamientos.

Por lo general, nuestra mente está permanentemente atraída por los sentidos, muy ocupada con el procesamiento de la información del mundo exterior.

Su movimiento es naturalmente centrífugo. En el yoga, esta tendencia a la dispersión de nuestra mente, debe ser superada para lograr el vaciado gradual de la mente.

Esto representa claramente una fuerte inversión de nuestros patrones de hábitos.

El sexto estadío, la meditación (dhyana) invierte la tendencia típica de nuestra mente a perder rápidamente el interés en las cosas e ir en búsqueda de nueva información.

A medida que la concentración se hace más fuerte, la meditación sucede, como un flujo constante de pensamientos relacionados con el mismo objeto de meditación.

A través de la meditación nos volvemos cada vez más familiarizados con este objeto hasta que, en el estado de éxtasis (samadhi), nos fusionamos con él.

Cuando se alcanza el estado de éxtasis, este espacio desaparece por completo. Sujeto y objeto se convierten en uno.

Lo cual equivale a una inversión total del estado ordinario de conciencia, que se basa en la distinción entre la conciencia y su contenido.

Este estado de éxtasis produce una fuerte tendencia mental y a su debido tiempo, el inconsciente también es trascendido.

Con la trascendencia de lo inconsciente, el yogui se libera de la última pizca de la ilusión de ser un cuerpo / mente limitados.

alcanzando en esta instancia el pico de todo el proceso de Yoga

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